La música tiene un papel preponderante en mi vida. Camino al trabajo venía escuchando "Seasons End", el primer disco de la era Steve Hogarth de Marillion. La verdad es que después de muchos años aprendí a admirar a este tipo, tal vez enceguecido por la magia de Derek William Dick, Fish. "Brave" es una joya. Pero bueno. Arriba de una micro lenta y destartalada comprobé, una vez más que la vida y mis músicas son verdaderas postales del momento en que vivo.
Marillion tiene todo ese aire introspectivo y depresivo, melodías elegantes, un sonido limpio y atmósferas que a veces transportan a otros universos indefinidos, en tiempo y distancia. Después vino Dream Theater y "Scenes from a memory...", el mejor disco. Combina perfectamente metal técnico y baladas cargadas de pasión en dosis muy equilibradas. Pero hay de todo. El metal ochentero me recuerda colegio, fiestas, recitales e intercambios clandestinos de música. El progresivo clásico me recuerda aquellas cálidas tardes de verano en El Tabo escuchando Emerson Lake and Palmer, mientras los niños de mi edad jugaban en la playa. El rock en general tiene fotografías muy definidas de mi vida. Hasta el pop ochentero me recuerda mi querido Colegio Santa Gema. El jazz y la fusión con el rock, tipo Return to forever o Jean Luc-Ponty, inevitablemente me conducen a mi amigo Arturo, hoy residente en Alemania. En realidad el metal no tiene época. Siempre me gustó. Desde aquellos primeros discos de Motorhead, Diamond Head y Thin Lizzy que llegaron a mis manos. Van Halen, Black Sabbath, Deep Purple, Led Zeppelin, Humble Pie, UFO, Grand Funk Railroad, Frank Marino, Judas Priest, Saxon, Tank, Scorpions, Aerosmith y tantos más radicales o suaves -Journey, Toto, Foreigner, Loverboy, Survivior, Boston, la ELO, Supertramp- en los ochenta, noventa y hoy, en plena modernidad del siglo XXI, tipo The Gathering y hasta Franz Ferdinand.
Cada música tiene un tiempo atemporal. Eso me gusta. LONG LIVE TO ROCK & ROLL!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
La música tiene un papel preponderante en mi vida. Camino al trabajo venía escuchando "Seasons End", el primer disco de la era Steve Hogarth de Marillion. La verdad es que después de muchos años aprendí a admirar a este tipo, tal vez enceguecido por la magia de Derek William Dick, Fish. "Brave" es una joya. Pero bueno. Arriba de una micro lenta y destartalada comprobé, una vez más que la vida y mis músicas son verdaderas postales del momento en que vivo.
Marillion tiene todo ese aire introspectivo y depresivo, melodías elegantes, un sonido limpio y atmósferas que a veces transportan a otros universos indefinidos, en tiempo y distancia. Después vino Dream Theater y "Scenes from a memory...", el mejor disco. Combina perfectamente metal técnico y baladas cargadas de pasión en dosis muy equilibradas. Pero hay de todo. El metal ochentero me recuerda colegio, fiestas, recitales e intercambios clandestinos de música. El progresivo clásico me recuerda aquellas cálidas tardes de verano en El Tabo escuchando Emerson Lake and Palmer, mientras los niños de mi edad jugaban en la playa. El rock en general tiene fotografías muy definidas de mi vida. Hasta el pop ochentero me recuerda mi querido Colegio Santa Gema. El jazz y la fusión con el rock, tipo Return to forever o Jean Luc-Ponty, inevitablemente me conducen a mi amigo Arturo, hoy residente en Alemania. En realidad el metal no tiene época. Siempre me gustó. Desde aquellos primeros discos de Motorhead, Diamond Head y Thin Lizzy que llegaron a mis manos. Van Halen, Black Sabbath, Deep Purple, Led Zeppelin, Humble Pie, UFO, Grand Funk Railroad, Frank Marino, Judas Priest, Saxon, Tank, Scorpions, Aerosmith y tantos más radicales o suaves -Journey, Toto, Foreigner, Loverboy, Survivior, Boston, la ELO, Supertramp- en los ochenta, noventa y hoy, en plena modernidad del siglo XXI, tipo The Gathering y hasta Franz Ferdinand.
Cada música tiene un tiempo atemporal. Eso me gusta. LONG LIVE TO ROCK & ROLL!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
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