25 años sin el “loco de los viejos vinagres”
La historia suele ser categórica con ciertos sucesos y sus
protagonistas. Luca Prodán, el alma de Sumo cantó un día en Viña. Fue el 21 de
febrero de 1987 y el 22 de diciembre de ese mismo año falleció por una sobredosis.
Esa tarde noche compartió escenario con Upa!, Aparato Raro y GIT. Era el primer
concierto de integración de rock chileno-argentino.
Este sábado se cumplen 25 años de la muerte del carismático
cantante de Sumo. Un personaje como pocos. Un ser fundamental para entender la
evolución del rock en castellano. Punk y anarquista. Un inconformista del
inconformismo contracultural, que llegó a Sudamérica desde Escocia buscando paz
para sanar de su adicción a las drogas duras.
Luca Prodán estudió en Escocia, en un colegio tradicional donde fue compañero del Rey Carlos. Luego de unos años, se escapó del establecimiento para recorrer Europa. Su primer grupo de trascendencia fue The New Clear Heads, formado en Londres en la década de los '70. Ahí fue testigo privilegiado del surgimiento y apogeo del punk y también de la new wave.
Cruzando el Atlántico se instaló en Córdoba. Ahí formó Sumo.
Quería cambiar radicalmente el sonido de la época. “Corpiños en la madrugada”, “Divididos
por la felicidad”, “Llegando los monos”, “After chabón” y “Fiebre” son el
legado de su música.
Han pasado 25 años (tiempo en que se escribió esta columna). Un paro cardiaco a causa de la hemorragia
interna provocada por la cirrosis resume la vida de excesos que Luca quiso para
sí. Ya lo decía Germán Daffunchio, guitarrista de la banda cuando aseguraba que
sus compañeros no se perdonaban hasta hoy no haber podido hacer nada para
evitar su autodestrucción.
Y es que Sumo nació y murió con el pelado Prodán. Había pasado un
año exacto del encierro en los Estudios Panda de Buenos Aires para grabar “After
Chabón”, el álbum que los trajo a Chile por primera y única vez. A la postre,
fue el penúltimo en la discografía. Y aunque ese cuarto registro fue su
preferido, el proceso no estuvo exento de problemas. Ahí está el resumen de sus
34 años: peleó en el estudio, armó pataletas y sus compañeros de banda solo lo
utilizaron en las partes en donde el cantante era imprescindible. El italiano, en
ese momento rendido a una botella de ginebra diaria, errático y consumido, era
consciente de su decadencia y la pérdida del liderazgo. Raquítico, tambaleante,
sucio y desprolijo -qué diría Pappo- insultaba en perfecto italiano a sus
socios: “¡Vaffanculo!”.
Germán Daffunchio habla con exactitud de aquellos días de extrema
locura. “Casi me muero. Había un charco de agua y recuerdo que me acerqué a
Diego (Arnedo, el bajista). Estábamos sobre el charco y cuando lo toqué ví una
luz blanca en el centro de la frente de los dos. Casi explotamos, pero seguimos
tocando. La gente no se dio cuenta de nada…”. Luca Prodán reía y reía. Con su inseparable botella de pisco, compañera de ocasión, el cantante no paraba de
reir. En medio de su borrachera le dijo a Lalo Mir que no importaba la pérdida
del “seteo” de la banda. “Toquemos así”, exclamó. Y así fue. Sumo pasó por la
Quinta Vergara. Los que verdaderamente estuvieron ahí hablan de una misa
oficiada por Luca. Diez meses después sería una leyenda.
Aclaración: esta columna se escribió para Radio Futuro hace bastante tiempo; salvo un par de correcciones, mantuvo su redacción original y el uso correcto de sus tiempos verbales; el título debiera decir 36 años sin el “loco de los viejos vinagres”.
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